El Inconsciente, el saber y la ciencia
En un retorno a los maestros, y
recurriendo, tal como propone Lacan, a otras disciplinas como la epistemología
de Klimovsky y la física con su teorema de la Indeterminación, Isidoro Vegh da
letra a la pregunta acerca de la cientificidad del psicoanálisis, articulando
los conceptos de Inconsciente, Sujeto, Saber y Verdad.
En la invitación que me pidieron
para la convocatoria de esta reunión[1],
propuse una cita de Lacan de “La science et la vérité”:“El objeto del
psicoanálisis… no es otro que este que avancé de la función que ahí juega el
objeto a. ¿El saber sobre el objeto a sería entonces la ciencia del
psicoanálisis?
Es muy precisamente la fórmula
que se trata de evitar, ya que este objeto a es a insertar, nosotros ya lo
sabemos, en la división del sujeto por donde se estructura muy especialmente,
es de aquí que hoy hemos nuevamente partido, el campo psicoanalítico”[2].
Y concluía preguntando: ¿siguen
siendo válidas para nosotros estas formulaciones del maestro? ¿O, como afirman
algunos, el sujeto no es más cuestión que nos concierne?
Vamos a jugar. ¿Por qué? Para
reflexionar sobre estos temas tenemos que alivianarnos de la religión de
nuestro tiempo que es la ciencia. En una regresión que en estos momentos se
está dando en el campo que se suele llamar el campo Psi, hay un retorno a la
neurociencia bajo la idea de que eso sí es ciencia. ¿Qué es el psicoanálisis?
Vamos a jugar, y para eso me voy
a autorizar en alguien que me honró con su amistad, alguna vez acudió a esta
escuela, el maestro Gregorio Klimovsky. Un gran pensador, se especializaba en
la filosofía de la ciencia, la epistemología. En un libro que se llama “Las
desventuras del conocimiento científico. Una introducción a la epistemología”
ofrece un cuadro donde expone los niveles de los enunciados de una teoría.
Dice: "–dicho con
nuestras palabras, ¿cómo se hace para teorizar?-. La respuesta puede ser
sorprendente y hasta decepcionante: es el mismo ‘método’ con que a un artista
se le ocurre una obra de arte, o sea, por el poder de imaginación y de creación
de que dispone”. ¿Advierten por qué los invito a jugar? “Se trata de imaginar
qué puede haber ‘detrás’ de una apariencia que explique el comportamiento de
ésta, así como Mendel imaginó los genes para explicar el modo en que se
comportaban sus alverjillas y Dalton imaginó los átomos para explicar el
comportamiento de las sustancias elementales cuando se combinan en el
laboratorio. No podemos acceder a ese ‘detrás’ por medio de la observación y
por ello debemos imaginarlo y, en cierto sentido, crearlo”[3].
Pregunto: el psicoanálisis, ¿es una ciencia?
Vayamos despacio. Recordemos,
primero, sus orígenes. Creo que nadie va a discutir que el creador del
psicoanálisis fue Sigmund Freud. Sigmund Freud comenzó siendo un médico vienés
que dedicó sus primeros años a la investigación científica. Trabajó en el
laboratorio de su jefe, Ernst Brücke, que junto con Emil du Bois Reymond y von
Helmholtz sostenían en el siglo XIX una lucha contra el vitalismo, contra la
idea de que no eran abordables los fenómenos de la vida sin tomar en cuenta lo
que los hebreos llaman el ruaj o lo que, con un
término más cercano, elan,
se nombra el impulso vital, algo que como cualidad específica de la vida sería
inabordable para la ciencia. Ellos intentaron, en la misma línea que Claude
Bernard, introducir el método experimental, siguiendo las líneas filosóficas
inauguradas por Francis Bacon, en el campo de las ciencias de la vida. Allí
Freud comienza su trabajo como investigador y de a poco se fue orientando a la
investigación del sistema nervioso. Fue, casi, el descubridor de la estructura
del sistema nervioso central cuando reinaba la discusión entre Golgi y Ramón y
Cajal. Golgi planteaba que la estructura del sistema nervioso central era una
estructura en red, y Ramón y Cajal decía que la unidad del sistema nervioso
central era la neurona. Freud, desde el comienzo, compartió la tesis con Ramón
y Cajal. ¿Gracias a qué?, a que había descubierto un método de impregnación
porque, con el microscopio –por lo menos los de esa época-, era imposible
aislar una neurona si no se usaba un método artificial que borrara los demás
elementos celulares de alrededor de las neuronas. El que lo llevó al extremo
fue Ramón y Cajal con la impregnación de sales de plata. Freud lo había hecho
con sales de oro y le había permitido sostener la tesis de la unidad neuronal.
A Freud, que era un
buen muchacho judío, le encantaba llenar de hijos a su mujer. Después tenía que
mantenerlos y no tenía un peso. Además como era un investigador apasionado, le
gustaba comprar semonografías, logró durante un tiempo que su amigo Joseph
Breuer, el médico prestigioso de la Viena imperial, le prestara dinero hasta
que un día le dijo que se las arregle. Su jefe, Brücke, le advirtió que no iba
a poder sostenerse con la investigación, que mejor se dedicara a atender
pacientes. Freud le hace caso, comienza a atender como médico, como psiquiatra,
y se entusiasma yendo a La Salpetriere a ver la presentación de pacientes
histéricas con Charcot. Hoy la casa que fuera de Charcot es la Maison de
l’Amérique latine donde muchos hemos dado conferencias. Freud descubre algo que
lo sorprende, el efecto hipnótico en las histéricas. Avanza en eso con su
maestro Bernheim, con la sugestión hipnótica, y recibe de su amigo Breuer el
relato de una paciente que se autohipnotizaba y en ese estado podía repasar
fenómenos que había vivido el año anterior cuando acompañaba a su padre
agonizante. Es el famoso caso de Ana O., Berta Pappenheim, que conocemos. Es a
partir de esa experiencia que Freud comienza a elucubrar la idea de que hay más
allá del software conciente a cuya pantalla tenemos acceso, un software que no
pasa a la pantalla conciente. Comienza a gestarse, entonces, y escuchen bien la
palabra: la hipótesis del Inconsciente. Puedo decir la hipótesis de los genes
para Mendel, puedo decir la hipótesis de los átomos para Dalton. Son hipótesis
que intentan dar cuenta de una serie de hechos a confirmar.
Esto lleva a un tema
que fue desarrollado en una de las charlas dada por Montoro, que desarrolló el
concepto de abducción. Leí en los comentarios cómo el público presente se
entusiasmó, y con toda razón, porque brindó elementos para pensar con orgullo
que el campo al que nos dedicamos no tiene por qué ponerse de rodillas ante
ningún ideal de ciencia, hoy enarbolado por el uso ideológico de las
neurociencias.
¿Qué es la abducción?
Gregorio Klimovsky en este libro da un ejemplo, voy a contarlo. Soy Sherlock
Holmes y me llaman porque hubo un asesinato en una gran mansión. Por los datos
que me cuenta el jefe de policía, que como el prefecto de la carta robada suele
ser un imbécil, advierto que está errado en la investigación. Entonces formulo
la hipótesis que el asesino es el mayordomo. No tengo ninguna certeza de que lo
sea, pero tengo una cantidad de datos y de experiencias anteriores que me
permiten construir una hipótesis a verificar. Eso va a guiar la investigación
que podrá llegar a verificar esa hipótesis o no. Este es el método de la
abducción. Es lo que se llama la explicación potencial. Dice así Gregorio: “La
explicación potencial plantea un problema para el cual no hay respuesta
demasiado clara y formulada con terminología uniforme, y que nos retrotrae a la
pregunta ‘¿Qué es una predicción?’. (…) se podría también predecir un hecho por
un método que consiste en suponer lo acontecido –el mayordomo asesinó a la
víctima- y comprobar que de él y de otras premisas teóricas y de datos
verdaderos puede deducirse conocimiento ya aceptado, es decir, obtener una
explicación potencial. Si esto fuese así, se podría aplicar la palabra
‘predicción’ también a una situación semejante. Se tendrían entonces no uno,
sino dos modelos predictivos: el nomológico deductivo y otro, que habría que
denominar ‘antideductivo’ y al que los filósofos de la ciencia no han prestado
mucha atención. Uno de quienes lo entrevieron por primera vez fue (¡cuándo no!)
Aristóteles. Mucho después lo analizó aunque no describiéndolo en la forma
lógica en que nosotros lo hemos hecho, el lógico Charles Peirce, que lo
denominó ‘abducción’ para distinguirlo de los procedimientos deductivos y
predictivos habituales. Ésta es una situación más en la que se advierte que los
problemas de explicación no son solamente atingentes a la comprensión de
ciertas situaciones, sino también, indirectamente, a las estrategias destinadas
a obtener nuevos conocimientos”[4].Quizás
ahora tenga otra resonancia para todos nosotros cuando decimos: si alguien
acepta la hipótesis del Inconsciente y supuesta en acto en la transferencia, yo
digo, estoy ante un analista. Puede ser lacaniano, puede ser kleiniano, puede
ser winnicotiano, es un analista. Pero si alguien dice que no acepta la
hipótesis del Inconsciente ni considera la transferencia, como soy democrático,
le digo “adelante, sigue tu camino”, pero eso no es psicoanálisis, es otra cosa.
Es como le dijo Freud a Jung: “Si usted quiere espiritualizar lo que hemos
descubierto como psicoanálisis negando la eficacia de la pulsión sexual, es su
camino, ¿pero por qué lo sigue llamando psicoanálisis?”.
Lacan, como saben,
cuando escribió “La cosa freudiana” a mediados de los ‘50 planteó el “Retorno a
Freud”. Los analistas habían perdido el rumbo. Recuerdo cuando, con sorpresa,
uno de los más grandes psicoanalistas argentinos –y ese siguió siendo
psicoanalista, no le voy a negar su condición–, que fue David Liberman, llegaba
a poner aparatos para escuchar los borborismos intestinales porque no sabían
dónde buscar el Inconsciente, lo buscaban en lo pre verbal. Ya no sabían dónde
leerlo.
Lacan en los años ’50
propone el “Retorno a Freud”. En el seminario de “Los conceptos fundamentales
del psicoanálisis”, que se editó como “Los cuatro conceptos fundamentales”,
Lacan dice que si el psicoanálisis es una ciencia, es una ciencia del Inconsciente.
En el escrito conocido como “L’etourdit” dice que se trata de desplegar
una lógica como ciencia de lo Real. Tengamos presente que en las
clasificaciones clásicas de la ciencia, se dividen entre las ciencias exactas,
como la lógica y la matemática, que no tienen referente empírico, y las
ciencias experimentales, como la física, la química y la biología, que sí lo
tienen. Lacan cuando dice “lógica como ciencia de lo Real” rompe con esa
clasificación. Por otro lado en “R.S.I.”, uno de los últimos seminarios donde
ya está plenamente instalada la escritura nodal, nos dice que el nudo es la
estructura. Tengan presente que el nudo borromeo es una escritura matemática. Y
dice: el nudo es de lo Real. Es otro modo de hablar de lógica como ciencia de
lo Real.
Lacan repitió muchas
veces esta frase: “Nunca quise ser original. Dediqué mi vida a hacer la lógica
de los discursos freudianos”, y podríamos decir que de los grandes mitos
freudianos. La lógica del mito de Narciso lo llevó a desarrollar “El estadío
del espejo” y lo que no llegó a ser una escritura matemática que fue el modelo
óptico. El mito de Edipo le permitió formalizar con la metáfora paterna, la
lógica de lo Simbólico. Con “Tótem y Tabú” pudo establecer la lógica de las
fórmulas de la sexuación y la distribución de los goces. Narciso, Edipo, Tótem
y Tabú, “R.S.I.”. Si lo digo en el orden en que lo planteé: Narciso,
Imaginario; Edipo, Simbólico; Tótem y Tabú, lo Real del goce.
Muchas veces hemos
escuchado en esta escuela una frase que nos parece bienvenida: el analista es
al menos dos, el que produce efectos y a esos efectos los teoriza. Lacan no
hizo más que, como lo dijo en Venezuela, leer atentamente a Freud y aceptarlo
como su maestro. Cuando un periodista le preguntó a Freud: “Herr Proffesor,
¿cómo puede ser que después de un arduo día de trabajo atendiendo a sus
histéricas todavía a la noche vuelva a su escritorio para escribir sobre
ellas?”, Freud le respondió: “Si no lo hiciera, no podría recibirlas al día
siguiente”.
Se trata de una
distinción entre lo que llamamos Erlebnis y Erfährung. La lengua alemana tiene cierta plasticidad para
trabajar adecuadamente estas distinciones. Entendemos por Erlebnis la
intuición inmediata, lo que llamamos la vivencia. A Erfährung, en cambio, le reservamos como traducción el término
de experiencia. Una experiencia se caracteriza no por lo que uno vive sino por
lo que uno hace con lo que vive. Implica dos tiempos lógicos: el tiempo en el que
transcurre el hecho y el tiempo après-coup que es para nosotros un tiempo
ético, de re-flexión de lo que se ha vivido.
En múltiples lugares
van a encontrar que Lacan dice: “el psicoanálisis como experiencia”. También
dijo: “La psychanalysec’est une pratique de bavardage”, “el
psicoanálisis es una práctica de charlatanería”. Pero donde, no nos
confundamos, no estaba desvalorizando el psicoanálisis, estaba enalteciendo la
palabra. Como dijo ese gran pensador, Michele de Montaigne: “Preferiría
quedarme ciego antes de perder el gusto de oír y de hablar pues considero que
el arte supremo es el arte de conferir”. Conferir de donde viene conferencia; es en el antiguo español y también del francés el
modo de decir conversar,
el valor de la palabra.
Lacan, aceptando la
hipótesis del Inconsciente y atento a la lectura de los textos fundantes,
advirtió que el momento inaugural del psicoanálisis implicó un gesto de ruptura
en la investigación y la reflexión de Sigmund Freud. Es el momento en que se
produce el pasaje del “Proyecto de una psicología para neurólogos” o
“Psicología científica” –ninguno de los dos títulos los puso Freud, se publicó
post-mortem-, el pasaje de ese intento de hacer una reflexión de lo que él
encontraba en sus pacientes neuróticos a la Traumdeutung, “La interpretación de los sueños” donde ya no se
trata más de relaciones entre neuronas sino de relaciones entre Vorstellung y
lo que luego va a llamar Vorstellung-Representanz, representantes de la representación. En la
terminología que podemos proponer de lo que son las referencias de otras
ciencias de nuestro tiempo –cada cual tiene las suyas-… Freud solía ampararse
en la termodinámica y es de ahí que él extrajo el concepto de libido para
establecer equivalencias entre las distintas pulsiones; Lacan tuvo sus
referencias en el campo de la lingüística estructural, de la antropología
estructural y de algunos capítulos de la matemática como los grafos, la
topología y los nudos. Yo me permito, a mi vez, tomar apoyo en las modernas
disciplinas de la informática. Es a partir de ellas que propuse una escritura
que llamé Diagrama de Flujo que la desplegué en un seminario, está en un libro
que se llama “Senderos del análisis”. Escrituras, ¿qué vienen a proponernos? Lo
que Lacan dijo: una lógica que nos sirva no para calcular al sujeto, el sujeto
no es 2+2, que nos sirva de apoyo para el pensamiento.
Así, nos propuso
pensar el Inconsciente como un conjunto. Ustedes lo habrán leído en la
intersección entre el sujeto y el Otro en el seminario de “Los conceptos
fundamentales”. El Inconsciente como un conjunto escrito con un círculo de
Euler constituido como dijo Freud, por VorstellungRepresentanz, representantes de la representación.
Yo lo traduzco de esta
manera: significantes del signo. Como dijo Freud, y lo dijo en varios lugares,
“cuando hablo de culpa inconsciente es una manera laxa de hablar, en el
Inconsciente no hay afectos. En el Inconsciente solo hay Vorstellung-Representanz”. Es una lógica de lo discreto. El Inconsciente está
formado por elementos discretos. Y acá viene la genialidad de Lacan.
Sería realmente de una
soberbia incalculable pretender que –voy a hablar por mí, el que quiere se
pliega- soy más inteligente que Jones, que Rank, que Reich, que Sachs, o que
Ferenczi, el primer grupo que seguía a Freud. ¿Qué le decían a Freud sus
discípulos?: “Maestro, ¿qué es eso de la castración del pene? No jodamos más.
De vez en cuando se corta el pene un psicótico, pero es excepcional. La
angustia de castración es otra cosa, es el trauma de nacimiento. Ahí sí se ve,
se separa el bebé de la mamá”. ¿Qué decía Freud? Era muy cariñoso y algunos
dicen paternalista, como si fuera un defecto. Cuando alguien ocupa bien el
lugar del padre, está bien que sea paternalista, no patriarcal. Les decía:
-“Gracias hijos. Está muy bien, el trauma de nacimiento es un equivalente de la
castración, pero a posteriori de la castración del falo”. Y así con cada uno.
¿Qué era lo que fallaba? Que Freud era un genio. Pescó lo que era efectivamente
en acto la castración, pero no la explicitó. Era un genio, no era Dios. Ese es
el gran mérito de Lacan. ¿Por qué merece un lugar privilegiado en la historia
del psicoanálisis y nosotros se lo otorgamos en nuestra escuela? ¿Qué dijo? El
falo, señores, es un significante, no es el órgano. El órgano metaforiza a ese
significante. Y es el significante de una falta. En eso coincide con lo que
descubre la lógica matemática desde comienzos del siglo XX: que no hay conjunto
universal. Tengo que incluir el subconjunto vacío porque sino entro en
contradicciones que 2+2 es 4 y 2+2 no es 4. La matemática se volvería
inconsistente.
Lacan introduce el
valor de la función fálica, para dar cuenta de la lógica de incompletud del
Inconsciente. Para eso se basó en la fundamentación de la aritmética, de los
números naturales, hecha por Frege; en las paradojas lógicas de Russell –sobre
eso a Gregorio Klimovsky lo invitamos hace muchos años a dar dos charlas acá en
la escuela-; en el teorema de Gödel que demostró que ni siquiera las
matemáticas pueden alardear de absoluta completud. Si pretenden ser completas
serán inconsistentes. Si quieren ser consistentes –no en el sentido de
Imaginario como lo usa Lacan, sino consistentes en el sentido de responder a la
eficacia que de ellas se esperan- tendrá que aceptar que habrá fórmulas
indecidibles, serán incompletas.
Este Inconsciente, y acá voy
entonces al segundo término del título, constituye lo que llamamos un saber.
¿Qué es un saber? Es un conjunto articulado de significantes La alquimia es un
saber, la teología es un saber. No digo que es una verdad, digo que es un
saber. No es lo mismo saber que verdad. El Inconsciente es un saber. Cuando
Lacan teoriza sus cuatro discursos, ¿qué dice en el discurso llamado del
analista? Que una manera de describir nuestra tarea como analistas es propiciar
que el saber vaya al lugar de la verdad. En ese tiempo Lacan define a la verdad
como un lugar de donde ese saber va a retornar con la letra que diga el trazo
del sujeto.
Tenemos algunas cuestiones que
nos interrogan. Fue citado en las charlas previas que Lacan dice: el sujeto del
Inconsciente es también el sujeto cartesiano, es también el sujeto de la
ciencia. Y en otro lugar nos dice que el psicoanálisis viene a introducir al
campo de la ciencia el sujeto que la ciencia forcluye. ¿En qué quedamos?
Sabemos que Lacan siempre alardeó de que él no decía todo, dice explícitamente
que se cuidaba de no decir todo. Una de las cosas que no decía era cómo
resolvía esto que así presentado parece una contradicción insoluble. No, lo leo
de este modo, son invitaciones a poner a trabajar un texto con el otro, no a
hacer disyunciones empobrecedoras. ¿En qué se basa para decir que el sujeto del
Inconsciente es el sujeto cartesiano, es el sujeto de la ciencia? Es más, vamos
a una pregunta fundante. El concepto de sujeto en Freud no existe, ¿a qué viene
el concepto lacaniano de sujeto? Avancemos despacio.
¿Cuál fue el movimiento que le
otorgó a René Descartes el lugar que tiene en el desarrollo de la filosofía
occidental? Sabemos que su movimiento concluye en el famoso cogito. Cogito,
sum. Pienso, soy. Para llegar a eso tuvo que desplegar lo que se llama la duda
hiperbólica: ir haciendo caer todos los saberes que lo antecedían. El saber
sensible, con ejemplos banales, por ejemplo si un elefante está a cinco cuadras
lo veo más chiquito que un perrito que está a un metro mío, la visión me
engaña. Sueño y cuando sueño creo que la mariposa como la de Chuang-Tzu es
real, me despierto y advierto que no. No puedo confiar en mi saber sensible.
Dice que estudió con los mejores maestros en el colegio de La Flèche, de los
jesuitas. En su época era como Harvard ahora. Ellos dicen que son lo mejor,
aunque algunas cosas que descubren los maestros de Harvard son para hacernos
reír. Y dice que descubrió que lo que le enseñaban esos maestros no se
sostenía. Gran decepción, el saber académico no me enseña. ¿Qué hizo entonces?
Como cuentan nuestras canciones porteñas, el tango, fue a vivir la vida. Vivió
la vida y descubrió que la vida por sí misma no lo ayudaba a encontrar lo que
él quería. ¿Qué quería encontrar? Lo dice muy bien. No era algo así como una
contribución desinteresada para la ciencia, él quería encontrar una verdad
apodíctica que le garantizara la felicidad, como si dijéramos que queremos
encontrar la fórmula exacta para encontrar al amor de nuestras vidas. ¿Ustedes
saben que hoy se vende eso? Hay ciertos tests donde garantizan con un alto
grado de probabilidad que podes encontrar tu media naranja. El saber de la vida
tampoco le sirvió y, en lugar de volver vencido a la casita de los viejos,
aprovechó que en esa época las guerras duraban quince o veinte años, estaba un
ejército frente al otro y lo único que hacían era dormir un poco, levantarse,
limpiar las armas, y así. En esa circunstancia es que a él se le iluminó su
capacidad de reflexión y llegó al cogito. Dice: “En todo este movimiento que
vengo haciendo, de duda, cuestionamiento de cada uno de los saberes, tengo una
sola certeza: que estuve dudando”. Dudando como sinónimo de pensar. ¿En qué se
parece esa duda hiperbólica a lo que tiene que ver con el sujeto del
Inconsciente? Que nosotros como analistas ayudamos a que nuestros analizantes
vayan interrogando cada uno de los saberes que se interponen entre ellos y la
verdad que los habita. Vamos desmantelando uno a uno cada uno de esos saberes
coagulados que comandan sus apetitos, que comandan sus mandatos, y de los
cuales intentamos una liberación. Liberación que, como dice Lacan, solo es la
liberación del efecto afanísico de un saber, del efecto afanísico, dice textualmente,
del significante letal binario. El saber,S2, para los que saben el
álgebra lacaniana, es el saber inconsciente. En eso hay una coincidencia
también con el sujeto de la ciencia. Marx lo dijo con esta simplicidad: si
nuestro encuentro con lo que es pudiera suceder a cielo abierto, no haría falta
la ciencia. En “El capital”, un capítulo del primer tomo habla del fetichismo
de la mercancía. Creen que intercambian mercancía pero no saben que
intercambian valor. Lo hacen pero no lo saben. Lacan nos enseña que Freud sitúa
al síntoma del mismo modo como lo situaba Marx en sus formulaciones sobre la
estructura económico-social-política del capitalismo. En ese sentido, el sujeto
del Inconsciente coincide con el sujeto cartesiano y coincide con el sujeto de
la ciencia. Pero hay una diferencia, porque la ciencia llamada dura, como la
física, no interroga el deseo de Newton para avanzar con la fórmula de Newton.
Con que yo les transmita a ustedes, si fuera el profesor de física, que dos
cuerpos se atraen en función directa del producto de sus masas y en relación
inversa al cuadrado de la distancia que los separa, ni siquiera tendría
necesidad de decirles que fue un tal Isaac Newton el que la descubrió. Para
nosotros, psicoanalistas, el deseo de Freud está en juego. El deseo de Lacan
está en juego. El deseo de cada uno de nosotros está en juego y Lacan lo
teorizó diciendo que el sostén básico de la experiencia del análisis es el
deseo del analista. Y allí entra una dimensión del sujeto que la ciencia no
admite, que la ciencia deja fuera de lugar. Si bien en algunas consideraciones
aparece, por ejemplo, la implicancia del investigador –es el famoso teorema de
indeterminación de Heissenberg que, en física cuántica, establece que es
imposible por la incidencia del investigador determinar al mismo tiempo el
lugar y la velocidad de la partícula-, pero para nosotros eso es constitutivo
de cada paso en la dirección de una cura.
Entonces voy a citar a otro gran
pensador que fue mencionado en las clases previas, de un texto que en
castellano se publicó como “Pensar la ciencia” y en francés es “Étudesd’histoire
de la pensé philosophique”, Alexandre Koyré. Alexandre Koyré nos dice que
tenemos que diferenciar entre la herramienta y el instrumento. La herramienta
no es más que una ampliación de las capacidades naturales de nuestro cuerpo.
Por ejemplo, invento una pala, extiende la capacidad de excavar de mi mano.
Invento una lente, corrige en parte la capacidad de mi visión. Voy a caballo,
voy más rápido, puedo inventar carros, la capacidad de correr. Pero hasta ahí
no estamos en el campo de la ciencia moderna. Desde el siglo XII ya se sabía
que un cristal puede aumentar el tamaño de lo que se veía. ¿Por qué a nadie se
le ocurrió inventar un microscopio? ¿Por qué al primero que se le ocurrió crear
un telescopio fue a Galileo? Porque en el instrumento ya no se trata de la
extensión de una capacidad natural, implica la inserción en lo real, del
espíritu, del pensamiento. Para inventar un telescopio tengo que tener
primeramente la hipótesis de que hay astros para mirar que pueden ser distintos
de lo creíble. Cuando Galileo dijo que la Luna tenía cráteres, le dijeron que
la Luna era una obra de Dios, no podía tener cráteres. Hay que tener la idea
previa de que hay seres u objetos de menor tamaño de lo que nuestra visión nos
otorga para utilizar una perla de cristal y producir lo que se llama un
microscopio. Tiene que haber la idea de que un lapsus, un acto fallido, un
lapsus calami, un chiste, no surgen como una degradación de la actividad
conciente sino que se generan en otro software para entonces investigar si
efectivamente así se produce.
Ahora bien, ¿cuál es el
instrumento en juego en el psicoanálisis? Ciertamente no es ni el microscopio
ni el audífono. Recuerdo cuando en una época de total desorientación respecto
del descubrimiento freudiano, se pedía cuando alguien iba a un control que
grabara la sesión, para que trajera la objetividad del material. ¿Qué era lo
que se ignoraba? Que lo que interesaba no era el material, porque el
instrumento del análisis es el analista. Creer que el análisis del analista es
el producto de un mandato superyoico, es desconocer la lógica del Inconsciente
y de su puesta en acto en la transferencia. Lacan lo dice con una frase
conocida: el analista forma parte del concepto del Inconsciente porque a él se
dirige. Concepto viene de concipere,
concebir. Otro modo en que también fue dicho: el analista interviene con su
ser.
Suelo decirles a mis alumnos,
especialmente a los que tienen su consultorio en su casa, que no salgan
inmediatamente después de atender a su último paciente a encontrarse con su
familia. Menos todavía vayan a decirle a su pareja que tienen un caso
interesante para contarles. No le van a contar un caso interesante, le van a
contar un caso que los angustió. Y van a contaminar el ámbito familiar. Mejor
sería que ustedes se quedaran un ratito más en su consultorio reflexionando.
Por ejemplo, la pulsión de muerte contamina. Estar atentos a eso es esencial.
Freud lo resolvía escribiendo cada noche. ¿Por qué se creen que estamos hoy
acá? Porque es insostenible la tarea como analista si de vez en cuando no
hacemos una reflexión de aquello a lo cual nos exponemos.
Entonces voy a concluir así
tendremos tiempo para conversar. ¿Por qué hace apenas unas semanas con otros
colegas, amigos, Benjamín Domb y Norberto Ferreyra, presentamos el Retorno a
Lacan? ¿Por qué antes Lacan tuvo que proponer el Retorno a Freud? Precisamente
por esto: porque si el analista, que es el instrumento de la experiencia del
análisis, reprime, reniega o forcluye la castración, se acabó el deseo del
analista. Entonces no hay que sorprenderse que digan, por ejemplo, “hablar de
transferencia es freudiano”. Porque la transferencia supone el Inconsciente
estructurado como un lenguaje. Y dicen también que no hay Inconsciente
estructurado como un lenguaje, eso es algo que crea el analista por su
“posición”. ¿Sujeto supuesto saber? No, el que supone es el analista cuando
supone que hay un Inconsciente y de ese modo induce por sugestión en el
analizante el sujeto supuesto saber. ¿Otro? No hay Otro. Pero no en el sentido
de Lacan de no hay Otro completo. No hay Otro. Solo hay Uno. ¿Qué es ese Uno?
Un cuerpo habitado por el goce y que se dice en lalangue. Una lalangue que ya
no tiene más una estructura a descifrar. El desciframiento supone ese
Inconsciente estructurado como un lenguaje. ¿La palabra? No, el capítulo
escrito en “Travailleravec Lacan” por Colette Soler dice lo contrario a
Lacan. Lacan dice “La psychanalysec’est une pratique de bavardage” y
ella “la psychanalysen’estpas une pratique de bavardage”, la palabra
tiene que reducirse al mínimo, por eso no le pedimos asociaciones de los
sueños. Porque si asocian con los sueños lo único que van a hacer es agregarle
sentido al sueño, por eso se interrumpe ahí la sesión. Una buena sesión de
ningún modo propone una interpretación conclusiva. Tampoco propone una
interpretación interrogativa, porque cualquiera de las dos induce a la búsqueda
de sentido. Sólo tiene que ser una intervención suspensiva, y da un ejemplo:
alguien entraba al consultorio de Lacan, decía una frase y Lacan subrayaba la
última palabra, cualquiera que fuera; eso es proponer un verdadero sin-sentido.
¿Quieren avanzar por ese lado? Que lo hagan, pero a eso ya no lo puedo llamar
psicoanálisis. Es otra cosa.
Entonces, ¿cómo articulamos las
palabras que Lacan introdujo, por ejemplo, sujeto? ¿Por qué Lacan introdujo
sujeto? Porque forma parte del carozo, del núcleo, de su Retorno a Freud.
Gracias al concepto de sujeto podemos sostener el Retorno a Freud. Veamos por
qué.
Cuando los nazis invaden Viena,
los psicoanalistas tienen que irse. Gran parte va a Londres y gran parte a New
York. El psicoanálisis se desplaza a esos dos grandes centros. Freud terminó
sus días, gracias a la generosidad de Jones, en Londres. ¿Qué sucedió con esas
dos corrientes? Especialmente el kleinismo, que tuvo muchos aciertos, muchos
desarrollos importantes en el psicoanálisis con niños, que mantuvo el valor aún
sin saber muy bien de qué se trataba de la pulsión de muerte, se equivocó en
suponer que en definitiva el Ello pulsional tiene una base instintual. “Envidia
y gratitud”, que es el último texto de Melanie Klein, nos dice que hay una
envidia insoluble porque tiene que ver con el background instintual con el que
nacemos. Desviación hacia lo biológico de lo que Freud ya en el año ’35 en una
carta decía enojado que estaba en contra de todos ellos. Se refería a Karen
Horney, a Jones, a Rado. –“Ustedes quieren hacer un paralelismo fácil entre lo
biológico y el Inconsciente”. Ya Freud había advertido ese riesgo de querer
naturalizar el Inconsciente.
En New York pasó lo que sabemos
con la Ego Psychology. Leyeron mal la segunda tópica, porque en el capítulo que
habla del Yo Freud no habla del señorío del Yo, habla de los vasallajes del Yo.
La función de síntesis del Yo no es lo que el Yo logra, es lo que el Yo aspira
y nunca logra. De las damas presentes, ¿quién logró terminar de ordenar su
placard alguna vez? Y de los caballeros podemos decir más o menos lo mismo.
Ego Psychology, pulsión con
basamento instintual, parecía que el psicoanálisis tenía dos opciones: el Yo o
el Ello. Lacan dijo: “De ningún modo, no tenemos por qué quedar arrinconados
entre esas dos opciones. De lo que se trata es de propiciar que el sujeto se
reencuentre con su deseo. Por eso la ética del psicoanálisis es no ceder en su
deseo”. Alguien podría objetar: ¿no sabés que en los últimos seminarios habla
del goce?”. Habla del goce desde el comienzo hasta el final. En el seminario “Le
Sinthome”, uno de los últimos, Lacan dice: cuando se hace l’épissure, el empalme, entre lo Simbólico y lo Imaginario, de
contra golpe se produce también el empalme entre el síntoma y lo real parásito
del goce. Algunos en Buenos Aires dicen: “Si hablas del goce parasitario es porque estudiás con
Isidoro”. No lo inventé yo. Lacan habla del goce parasitario. ¿Y qué es un goce
parasitario, para no definirlo en términos moralistas? No es el goce que a mí
como analista no me gusta, llamo goce parasitario al goce que se interpone
entre el sujeto y su deseo. El sujeto del psicoanálisis, que es el sujeto del
Inconsciente, es también el sujeto del deseo. Del deseo enlazado al goce y
también al amor. Estoy hablando del nudo: Real, Simbólico e Imaginario.
Para concluir, con Lacan que
reintrodujo lo que la ciencia suele apartar -el concepto de sujeto, el concepto
de causa, el concepto de verdad-, digo estas tres frases:
- la verdad no dice lo Real
- la verdad apunta a lo Real
- pero dice al sujeto.
[3] Klimovsky,
Gregorio: Las desventuras del conocimiento científico. Una
introducción a la epistemología.
“Los enunciados científicos”, pág. 79. AZ editora. Sao Paulo, 1994.
[4] Ibíd., “La
explicación científica. Primera parte: el modelo nomológico deductivo”, págs.
258-259.
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